Con la intención de convertirse en un espacio desde el que compartir toda clase de curiosidades sobre el mundo natural y lograr poner en valor su increíble espíritu inspirador, nacía en Barcelona la revista The Plant como el proyecto personal de tres apasionadas de la naturaleza en el año 2010. Editada actualmente a caballo entre Londres y la Ciudad Condal, entrevistamos a Isabel Merino, directora creativa y cofundadora de la publicación, para descubrir los secretos de una revista que va más allá de la botánica y conocer todos los detalles de su último número.
Siempre me he preguntado en que piensan las plantas…
En propagarse, no hay duda (risas).
Cuéntanos, ¿cómo surgió en un primer momento la idea de crear The Plant?
Queríamos crear una revista en la que poder hablar de todo aquello que íbamos investigando sobre las plantas y la naturaleza, y que nos emocionaba. Una revista desde la que poder contarles todas esas curiosidades a la gente. Después de todos estos años seguimos encontrando historias alucinantes, y así de año en año ha seguido creciendo The Plant.
¿Quiénes estáis detrás de la revista?
El equipo lo formamos Cristina Merino como Editor in Chief y Carol Montpart y yo en el papel de directoras creativas. Tenemos la suerte de poder contar además con una gran red de colaboradores, tanto habituales como puntuales, que nos han ayudado a hacer de la revista este precioso proyecto en el que se ha convertido.
¿Cómo la definirías?
Se trata de una revista que publicamos de manera bianual, desde la que hablamos de la relación establecida entre el hombre y la naturaleza, y de la manera en que esta es capaz de manifestarse a través del arte, la fotografía, el diseño, la arquitectura…
¿Cuál es entonces la clase de contenidos hacia el que os soléis inclinar?
Nos interesa sobre todo aquello que creemos que es capaz de inspirar y emocionar. Lo que puede hacernos reflexionar y buscar nuevos puntos de vista.
A nivel ya de organización preferimos trabajar de una manera más flexible y menos tradicional, por lo que no nos imponemos temas ni secciones cerradas a la hora de organizar la revista. La única excepción si acaso sería la de la nueva sección Loose Leaves, que comenzamos a incluir en este último número.
Parece que este número 12 llega con bastantes sorpresas. ¿Qué vamos a encontrar en él?
Así es. Lo primero que notaréis es ese cambio de diseño con el que le hemos querido dar un nuevo aire a la revista. Un cambio del que estamos muy contentas. Una vez ya entre sus páginas encontramos las maravillosas series de fotografías de Brigitte Lacombe, Araki, Sam Rock y Marcelo Gomes; una conversación ilustrada con Ronan y Erwan Bouroullec o el fantástico artículo sobre el maestro de ikebana Sofi Teshigahara, con fotografías de Ana Cuba.
En este número incluimos también una entrevista con Jeremy Deller para hablar de Speak to the Earth, una obra que ha venido desarrollado a lo largo de toda una década, y estrenamos esa nueva sección de la que te hablaba, Loose Leaves.
¿Qué tratáis de abordar en ella exactamente?
Loose Leaves es una sección en la que encontrar esas historias más ligeras y algo más cortas, pero igualmente interesantes. En ella habrá desde reseñas de libros o de herramientas de jardinería, hasta lo que le puede sugerir cierta flor a un perfumista.
¿Estamos ante una especie de relanzamiento de la revista?
No podríamos hablar exactamente de un relanzamiento, porque el espíritu sigue siendo el mismo. Solamente hemos decidido introducir todos esos pequeños cambios sobre los que llevábamos pensando ya durante un tiempo, para poder darle una mayor flexibilidad a la revista y permitirla evolucionar. Queremos que sea así como lo haga. No de forma rígida, sino de una manera mucho más orgánica con la que ir introduciendo pequeños cambios y modificaciones con el paso de los años.
¿Cómo dirías que ha sido esa evolución de la revista desde sus comienzos hasta ahora?
Pienso que ha evolucionado al mismo ritmo que nosotras. Ahora es mucho más madura que cuando empezamos, hace ya ocho años. Nuestro objetivo es disfrutar de cada número. Buscar hacerlo cada vez mejor, pero de una manera muy natural. Que sea porque nos gusta lo que hacemos.
A nivel personal, ¿qué te ha aportado el participar en la creación de estos doce números que habéis publicado hasta ahora?
Diría que mucho conocimiento, y el haber podido despertar todavía más mi curiosidad. También un sentimiento de agradecimiento, sobre todo hacia los colaboradores. Es muy bonito poder ver a tanta gente implicada en el proyecto, demostrando todo su talento y esa pasión por lo que hacen.
¿Crees que habéis sido capaces de transmitir parte de toda esa pasión a los lectores?
Tanto a mí, como que me atrevería a decir que al resto del equipo, nos gustaría pensar que es así. O al menos es lo que nos suelen decir. Lo realmente genial es que cada persona, cada lector, es capaz de destacar diferentes matices y artículos de cada número dependiendo de aquello que le ha llegado más. A veces es el haber podido descubrir a un nuevo artista, otras un editorial fotográfico, un jardín concreto o una reflexión recogida entre las líneas de determinado artículo.
¿Cómo son esos colaboradores y artistas con los que soléis trabajar habitualmente?
No podría hablar de un perfil concreto, por que no lo hay. Estas leyendo, viajando o hablando con algún amigo, y entonces de repente descubres algo que te invita a empezar a investigar. Si lo que encontramos nos apasiona, entonces es una historia que hay que contar. Tampoco es una tarea sencilla. Muchas veces queremos hablar o abordar algún tema, y podemos tardar un par de números en encontrar la mejor manera de hacerlo. En cierto modo, de una manera o de otra, al final siempre terminas con el siguiente número ya metido en la cabeza.
¿Con qué colaboradores habéis contado para este último número?
Incluimos los trabajos fotográficos de Araki, Briggite Lacombe y Sam Rock. El de colaboradores habituales en The Plant como Marcelo Gómez, Sheltens and Abbenes y Tex Bishop. Los Bourollec nos han cedido algunos dibujos inéditos para este último número, y Jeremy Deller parte de los diarios de Speak to the Earth. También contamos con las ilustraciones de Andrea Gómez y textos de Cooking Sections, Lorena Muñoz-Alonso, Matt Wright, Lindsay Seculowicz y Hettie Judah, por nombrar algunos.
¿Cuál de todas estas colaboraciones dirías que te ha impactado de manera especial?
Cada colaboración ya es por si sola algo especial, pero es innegable que tener a Araki haciendo una serie específica para The Plant ha sido alucinante. También el poder incluir las ilustraciones de Ronan Bouroullec, del que siempre he sido muy fan.
Araki firma precisamente una de las dos portadas diferentes de este número 12. ¿Qué dirías que transmiten cada una de ellas?
La portada de Araki es en cierto modo más pictórica, mientras que la de Sam Rock, que es quien firma la otra, es como un golpe de aire fresco. Nos transmite esa sensación de libertad de cuando los días empiezan a ser más largos, y estás al aire libre disfrutando de la naturaleza.
Ese mundo natural que centra la temática de The Plant siempre ha supuesto una inabarcable fuente de inspiración para el ser humano. Al comienzo de la entrevista hablabas de esa vinculación de la naturaleza con ámbitos tan diferentes como la arquitectura, el arte, la fotografía, el diseño… ¿Sería justo entonces tratar a The Plant como meramente de una revista de botánica?
Estoy totalmente de acuerdo contigo en ese poder de inspiración del mundo natural. Y de hecho en The Plant al mundo natural, o de las plantas, lo tomamos como punto de partida desde el que poder hablar de todas esas diferentes temáticas que mencionábamos. Esa es una de las razones de que nuestros lectores no respondan al perfil de los únicamente apasionados por la jardinería y la botánica, sino que normalmente sus intereses van más allá. Su perfil responde más al del profesional que se siente inspirado por todo aquello que la naturaleza es capaz de sugerir y provocar.
¿De qué manera veremos esa vinculación de la naturaleza con todas esas disciplinas artísticas reflejada en la revista?
En todo lo que publicamos. Tanto en los artículos que incluimos, como en nuestras entrevistas, abordamos multitud de disciplinas diferentes. Incluso tocamos cuestiones políticas y de carácter social, en la medida en que estas afecten o se vean afectadas por el mundo natural.
¿Dirías que somos realmente conscientes del poder que tiene ese mundo natural para nosotros como especie?
Si no lo somos, deberíamos serlo. Porque lo que es seguro es que no habrá futuro sin plantas.
A lo largo de nuestra historia como especie ese respeto y adoración por la naturaleza siempre ha sido una característica constante. Ahora que estamos tan obnubilados por la tecnología, ¿crees que le hemos perdido parte de ese respeto?
En el primer mundo, y sobre todo en las grandes ciudades, pienso que sí le hemos perdido el respeto a la naturaleza. Pero de la misma manera creo que a nivel individual las personas intentan reconectar con ella. Muchas veces con una visión un tanto naíf todo hay que decirlo, porque la vida en el campo ni es fácil, ni mucho menos idílica. Por poner un fácil ejemplo, a la mayoría de nosotros nos costaría muchísimo llegar a renunciar al móvil.
También creo que es importante reconocer que al fin y al cabo nosotros mismos somos naturaleza. En ese sentido me gustaría señalar que como seres humanos incluidos en ella, nuestras creaciones también lo están. Y eso vale para la tecnología. La tecnología también forma parte del mundo natural. Esa es una idea que en Japón por ejemplo tienen muy interiorizada, que forma ya parte de su manera de ser y de entender la naturaleza, y que les ha permitido tener una relación con ella mucho más cercana y rica que la nuestra.
¿Cómo dirías que es entonces esa relación que mantenemos con nuestro entorno natural actualmente?
Es evidente que hemos perdido ese contacto y esa vinculación con la naturaleza de la que hablábamos. Hay una especie de “sabiduría” presente en todo ese mundo, con la que pueden contar quienes viven en comunión con él, y de la que nosotros actualmente carecemos. Es verdad que como te decía tendemos a idealizarla, pero creo que deberíamos parar a reconectar con la naturaleza, que sería bueno detenerse a buscar nuevos espacios y momentos para poder aprender de ella. También que tendríamos que estar más concienciados en su preservación, y en ese sentido ser más exigentes tanto con nuestros políticos y sus políticas, como con nuestras propias prácticas y en nuestro día a día.
En esa vinculación con la naturaleza, ¿qué papel juegan las plantas artificiales? Siempre que me encuentro con una nunca sé qué pensar… si defienden de alguna manera una cultura sostenible por su ahorro de agua, o si son puro artificio.
Bueno, cada uno en su casa que haga como mejor vea… (risas). Yo personalmente he de decir que no les encuentro la gracia. También he creído siempre que la manera en que mantienes tus plantas domesticas, si están vivas o descuidadas, ya dice mucho de cada uno y de su ritmo de vida.
¿Qué crees que aportan esas plantas domesticas, en este caso las vivas, a nuestras vidas?
Unas son delicadas, otras más esculturales, pero es innegable su valor estético. Se puede jugar con ellas. Quizás sea un reflejo por mi parte de cierta ingenuidad urbanita, pero en cierta manera pienso que nos acercan a la naturaleza. Y como te decía, creo que uno puede aprender muchas cosas de si mismo a través de ellas.
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos hacemos con The Plant o nos compramos un cactus?
Isabel Merino de THE PLANT: “Deberíamos parar a reconectar con la naturaleza”
Con la intención de convertirse en un espacio desde el que compartir toda clase de curiosidades sobre el mundo natural y lograr poner en valor su increíble espíritu inspirador, nacía en Barcelona la revista The Plant como el proyecto personal de tres apasionadas de la naturaleza en el año 2010. Editada actualmente a caballo entre Londres y la Ciudad Condal, entrevistamos a Isabel Merino, directora creativa y cofundadora de la publicación, para descubrir los secretos de una revista que va más allá de la botánica y conocer todos los detalles de su último número.
Siempre me he preguntado en que piensan las plantas…
En propagarse, no hay duda (risas).
Cuéntanos, ¿cómo surgió en un primer momento la idea de crear The Plant?
Queríamos crear una revista en la que poder hablar de todo aquello que íbamos investigando sobre las plantas y la naturaleza, y que nos emocionaba. Una revista desde la que poder contarles todas esas curiosidades a la gente. Después de todos estos años seguimos encontrando historias alucinantes, y así de año en año ha seguido creciendo The Plant.
¿Quiénes estáis detrás de la revista?
El equipo lo formamos Cristina Merino como Editor in Chief y Carol Montpart y yo en el papel de directoras creativas. Tenemos la suerte de poder contar además con una gran red de colaboradores, tanto habituales como puntuales, que nos han ayudado a hacer de la revista este precioso proyecto en el que se ha convertido.
¿Cómo la definirías?
Se trata de una revista que publicamos de manera bianual, desde la que hablamos de la relación establecida entre el hombre y la naturaleza, y de la manera en que esta es capaz de manifestarse a través del arte, la fotografía, el diseño, la arquitectura…
¿Cuál es entonces la clase de contenidos hacia el que os soléis inclinar?
Nos interesa sobre todo aquello que creemos que es capaz de inspirar y emocionar. Lo que puede hacernos reflexionar y buscar nuevos puntos de vista.
A nivel ya de organización preferimos trabajar de una manera más flexible y menos tradicional, por lo que no nos imponemos temas ni secciones cerradas a la hora de organizar la revista. La única excepción si acaso sería la de la nueva sección Loose Leaves, que comenzamos a incluir en este último número.
Parece que este número 12 llega con bastantes sorpresas. ¿Qué vamos a encontrar en él?
Así es. Lo primero que notaréis es ese cambio de diseño con el que le hemos querido dar un nuevo aire a la revista. Un cambio del que estamos muy contentas. Una vez ya entre sus páginas encontramos las maravillosas series de fotografías de Brigitte Lacombe, Araki, Sam Rock y Marcelo Gomes; una conversación ilustrada con Ronan y Erwan Bouroullec o el fantástico artículo sobre el maestro de ikebana Sofi Teshigahara, con fotografías de Ana Cuba.
En este número incluimos también una entrevista con Jeremy Deller para hablar de Speak to the Earth, una obra que ha venido desarrollado a lo largo de toda una década, y estrenamos esa nueva sección de la que te hablaba, Loose Leaves.
¿Qué tratáis de abordar en ella exactamente?
Loose Leaves es una sección en la que encontrar esas historias más ligeras y algo más cortas, pero igualmente interesantes. En ella habrá desde reseñas de libros o de herramientas de jardinería, hasta lo que le puede sugerir cierta flor a un perfumista.
¿Estamos ante una especie de relanzamiento de la revista?
No podríamos hablar exactamente de un relanzamiento, porque el espíritu sigue siendo el mismo. Solamente hemos decidido introducir todos esos pequeños cambios sobre los que llevábamos pensando ya durante un tiempo, para poder darle una mayor flexibilidad a la revista y permitirla evolucionar. Queremos que sea así como lo haga. No de forma rígida, sino de una manera mucho más orgánica con la que ir introduciendo pequeños cambios y modificaciones con el paso de los años.
¿Cómo dirías que ha sido esa evolución de la revista desde sus comienzos hasta ahora?
Pienso que ha evolucionado al mismo ritmo que nosotras. Ahora es mucho más madura que cuando empezamos, hace ya ocho años. Nuestro objetivo es disfrutar de cada número. Buscar hacerlo cada vez mejor, pero de una manera muy natural. Que sea porque nos gusta lo que hacemos.
A nivel personal, ¿qué te ha aportado el participar en la creación de estos doce números que habéis publicado hasta ahora?
Diría que mucho conocimiento, y el haber podido despertar todavía más mi curiosidad. También un sentimiento de agradecimiento, sobre todo hacia los colaboradores. Es muy bonito poder ver a tanta gente implicada en el proyecto, demostrando todo su talento y esa pasión por lo que hacen.
¿Crees que habéis sido capaces de transmitir parte de toda esa pasión a los lectores?
Tanto a mí, como que me atrevería a decir que al resto del equipo, nos gustaría pensar que es así. O al menos es lo que nos suelen decir. Lo realmente genial es que cada persona, cada lector, es capaz de destacar diferentes matices y artículos de cada número dependiendo de aquello que le ha llegado más. A veces es el haber podido descubrir a un nuevo artista, otras un editorial fotográfico, un jardín concreto o una reflexión recogida entre las líneas de determinado artículo.
¿Cómo son esos colaboradores y artistas con los que soléis trabajar habitualmente?
No podría hablar de un perfil concreto, por que no lo hay. Estas leyendo, viajando o hablando con algún amigo, y entonces de repente descubres algo que te invita a empezar a investigar. Si lo que encontramos nos apasiona, entonces es una historia que hay que contar. Tampoco es una tarea sencilla. Muchas veces queremos hablar o abordar algún tema, y podemos tardar un par de números en encontrar la mejor manera de hacerlo. En cierto modo, de una manera o de otra, al final siempre terminas con el siguiente número ya metido en la cabeza.
¿Con qué colaboradores habéis contado para este último número?
Incluimos los trabajos fotográficos de Araki, Briggite Lacombe y Sam Rock. El de colaboradores habituales en The Plant como Marcelo Gómez, Sheltens and Abbenes y Tex Bishop. Los Bourollec nos han cedido algunos dibujos inéditos para este último número, y Jeremy Deller parte de los diarios de Speak to the Earth. También contamos con las ilustraciones de Andrea Gómez y textos de Cooking Sections, Lorena Muñoz-Alonso, Matt Wright, Lindsay Seculowicz y Hettie Judah, por nombrar algunos.
¿Cuál de todas estas colaboraciones dirías que te ha impactado de manera especial?
Cada colaboración ya es por si sola algo especial, pero es innegable que tener a Araki haciendo una serie específica para The Plant ha sido alucinante. También el poder incluir las ilustraciones de Ronan Bouroullec, del que siempre he sido muy fan.
Araki firma precisamente una de las dos portadas diferentes de este número 12. ¿Qué dirías que transmiten cada una de ellas?
La portada de Araki es en cierto modo más pictórica, mientras que la de Sam Rock, que es quien firma la otra, es como un golpe de aire fresco. Nos transmite esa sensación de libertad de cuando los días empiezan a ser más largos, y estás al aire libre disfrutando de la naturaleza.
Ese mundo natural que centra la temática de The Plant siempre ha supuesto una inabarcable fuente de inspiración para el ser humano. Al comienzo de la entrevista hablabas de esa vinculación de la naturaleza con ámbitos tan diferentes como la arquitectura, el arte, la fotografía, el diseño… ¿Sería justo entonces tratar a The Plant como meramente de una revista de botánica?
Estoy totalmente de acuerdo contigo en ese poder de inspiración del mundo natural. Y de hecho en The Plant al mundo natural, o de las plantas, lo tomamos como punto de partida desde el que poder hablar de todas esas diferentes temáticas que mencionábamos. Esa es una de las razones de que nuestros lectores no respondan al perfil de los únicamente apasionados por la jardinería y la botánica, sino que normalmente sus intereses van más allá. Su perfil responde más al del profesional que se siente inspirado por todo aquello que la naturaleza es capaz de sugerir y provocar.
¿De qué manera veremos esa vinculación de la naturaleza con todas esas disciplinas artísticas reflejada en la revista?
En todo lo que publicamos. Tanto en los artículos que incluimos, como en nuestras entrevistas, abordamos multitud de disciplinas diferentes. Incluso tocamos cuestiones políticas y de carácter social, en la medida en que estas afecten o se vean afectadas por el mundo natural.
¿Dirías que somos realmente conscientes del poder que tiene ese mundo natural para nosotros como especie?
Si no lo somos, deberíamos serlo. Porque lo que es seguro es que no habrá futuro sin plantas.
A lo largo de nuestra historia como especie ese respeto y adoración por la naturaleza siempre ha sido una característica constante. Ahora que estamos tan obnubilados por la tecnología, ¿crees que le hemos perdido parte de ese respeto?
En el primer mundo, y sobre todo en las grandes ciudades, pienso que sí le hemos perdido el respeto a la naturaleza. Pero de la misma manera creo que a nivel individual las personas intentan reconectar con ella. Muchas veces con una visión un tanto naíf todo hay que decirlo, porque la vida en el campo ni es fácil, ni mucho menos idílica. Por poner un fácil ejemplo, a la mayoría de nosotros nos costaría muchísimo llegar a renunciar al móvil.
También creo que es importante reconocer que al fin y al cabo nosotros mismos somos naturaleza. En ese sentido me gustaría señalar que como seres humanos incluidos en ella, nuestras creaciones también lo están. Y eso vale para la tecnología. La tecnología también forma parte del mundo natural. Esa es una idea que en Japón por ejemplo tienen muy interiorizada, que forma ya parte de su manera de ser y de entender la naturaleza, y que les ha permitido tener una relación con ella mucho más cercana y rica que la nuestra.
¿Cómo dirías que es entonces esa relación que mantenemos con nuestro entorno natural actualmente?
Es evidente que hemos perdido ese contacto y esa vinculación con la naturaleza de la que hablábamos. Hay una especie de “sabiduría” presente en todo ese mundo, con la que pueden contar quienes viven en comunión con él, y de la que nosotros actualmente carecemos. Es verdad que como te decía tendemos a idealizarla, pero creo que deberíamos parar a reconectar con la naturaleza, que sería bueno detenerse a buscar nuevos espacios y momentos para poder aprender de ella. También que tendríamos que estar más concienciados en su preservación, y en ese sentido ser más exigentes tanto con nuestros políticos y sus políticas, como con nuestras propias prácticas y en nuestro día a día.
En esa vinculación con la naturaleza, ¿qué papel juegan las plantas artificiales? Siempre que me encuentro con una nunca sé qué pensar… si defienden de alguna manera una cultura sostenible por su ahorro de agua, o si son puro artificio.
Bueno, cada uno en su casa que haga como mejor vea… (risas). Yo personalmente he de decir que no les encuentro la gracia. También he creído siempre que la manera en que mantienes tus plantas domesticas, si están vivas o descuidadas, ya dice mucho de cada uno y de su ritmo de vida.
¿Qué crees que aportan esas plantas domesticas, en este caso las vivas, a nuestras vidas?
Unas son delicadas, otras más esculturales, pero es innegable su valor estético. Se puede jugar con ellas. Quizás sea un reflejo por mi parte de cierta ingenuidad urbanita, pero en cierta manera pienso que nos acercan a la naturaleza. Y como te decía, creo que uno puede aprender muchas cosas de si mismo a través de ellas.
¿Qué hacemos entonces? ¿Nos hacemos con The Plant o nos compramos un cactus?
¡Ambas por supuesto! (risas).
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